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Salir del clóset en distintas coordenadas

El pudor de las personas cambia con respecto a su ubicación geográfica. 4.532 kilómetros separan a Bogotá de Chicago. Ambas ciudades comparten la misma zona horaria porque se encuentran sobre la misma latitud. No obstante, discrepan en que la primera se ubica dentro del hemisferio norte y la segunda en el hemisferio sur. La vida de dos jóvenes lesbianas personifica las convergencias y divergencias de estas dos ciudades en las que viven, acortando y extendiendo significativamente las características de su sexualidad.

 

Rachel Heying de 20 años resalta físicamente por el contraste entre sus ojos color pardo, su tez blanca y su cabello castaño liso. Rasgos como estos no son muy comunes en Colombia, en este país habitúan más los ojos cafés, la tez morena y el pelo rizado como son los rasgos de Lizette Estefany Pinto, mejor conocida como Juliette, de 22 años. A primera vista, Rachel y Juliette son dos mujeres diferentes, sin embargo, ambas se han visto enfrentadas ante la misma situación: salir del closet. Las circunstancias dentro de sus entornos, la cuidad del viento y la cuidad más cerca de las estrellas; han influido significativamente en la forma como afrontaron esta coyuntura de sus vidas.

 

La brújula

“Yo creo que uno es consciente de eso desde pequeño” cuenta Juliette cuando habla sobre su orientación sexual. “Resulta que a mí me gustaba una de las chicas que estaba en mi curso, y yo al principio lo negué; me eche la culpa de que no, de que eso no podía ser así; pero luego con el tiempo ya lo acepté y, pues luego fue más fácil porque en realidad son más esos estigmas y prototipos de la sociedad lo que le impide a uno salir del closet, pero en el fondo uno lo sabe”.

 

Asumir la realidad no fue fácil para Juliette. Antes de los quince años, las dudas surgían una y otra vez acompañadas de incertidumbre y angustia. Juliette acepta que decidió evadir la realidad presentando un hombre en casa: “Yo antes había presentado a un amigo que también es gay, quien era supuestamente mi novio”, de fondo suena la risa tímida de Juliette, “Fingí una relación porque mi mamá ya estaba sospechando con muchas cosas y lo primero que pensé fue ‘no le quiero contar’ entonces eso fue lo que hice”.

 

A través de una conversación por Skype, desde Chicago Rachel amable se abre diciendo: “Descubrí que era gay cuando tenía trece años”. Afirma que de alguna forma siempre lo supo pero no fue consciente de su sexualidad hasta esa edad. “Al principio pensé que de pronto había perdido el interés en tener citas con niños puesto que no sentía ningún tipo de emoción cuando estaba con ellos. Inclusive, un día un amigo me preguntó si tal vez la razón por la que había perdido ese interés era porque yo era gay”. Rachel, a quien le encanta reírse, me cuenta que en ese momento lloró a carcajadas porque nunca antes lo había pensado, “después lo medité y simplemente me consumió la angustia y miedo”.

 

El alfiler

“Nunca tuve problemas con nadie a pesar de sentirme diferente en mi comunidad que es extremadamente conservadora y cerrada.” Rachel tuvo de hecho, una vida escolar muy activa: “¡El colegio fue increíble! Me encantó la secundaria. Fui presidente del curso los dos últimos años de preparatoria. Lideré los clubes de arte y español, además de practicar atletismo Esto pueda que no contribuya a tu investigación pero me volví más popular cuando comencé a salir con una niña en mi primer año de secundaria”.

 

Para Juliette las cosas fueron distintas: “Habían muchos profesores que eran muy machistas. ¿Qué sucedía? Tenía un profesor que me la tenía en rojo. Siempre que iba a clase me la montaba solamente a mí por mi orientación sexual. Yo ahí viví la discriminación.” Para colmo, esta no ha sido la única vez que Juliette se siente excluida por la sociedad. “Comencé a laborar en una empresa, un call center que queda en Fontibón. Llevaba como 3 meses ahí trabajando y yo comencé a entablar una relación con una de las niñas que también trabajaba ahí, ¿Qué sucedió?, A los dos días nos citaron en la oficina del jefe a decirnos que ya no podíamos continuar con esas conductas anormales.” Juliette decide renunciar de la empresa reafirmándose que es increíble que “sigue existiendo discriminación en pleno siglo XXI”.

 

El telescopio

“Estaba llevando en mi carro a Athenea a su casa. No sabía en ese momento que ella era gay y creo que ella tampoco sabía eso de mi” Con ojos rememorativos de lo que paso a sus trece años continua su relato la norteamericana: “Cuando llegamos a su casa me baje del carro para darle un abrazo. En ese momento, algo extraño pasó, las dos simplemente tuvimos un momento donde supimos que algo pasaba; había una mutua atracción. Ella me besó y en realidad, mi cerebro estalló, pero en una buena forma (risas). Fue todo lo que había oído decir alguna vez a mis amigas sobre besar niños y que yo nunca había sentido”.

 

Por dos años y medio Rachel entabló una relación formal con Athenea. “Una vez salimos juntas, la gente estaba feliz por nosotras. De hecho, ¡Fuimos las reinas del baile de graduación! (risas) fue inesperado pero de lo mejor” Sin embargo, fue complicado para Rachel contarle a sus padres sobre su orientación sexual. “Mi madre lo descubrió porque me escucho tener una discusión con Athenea; ella pudo deducir que era más que una amistad. Estuvo conmocionada al principio pero después fue muy comprensiva”. Por otro lado, “Mi papa todavía se niega a hablar al respecto. Hasta el día de hoy él se rehúsa a reconocerlo. Llama a cada niña con quien salgo ‘amiga’, pero no me molesta en lo absoluto.”

 

A los dieciséis “Hubo una personita muy especial para mi” relata Juliette, refiriéndose a Paula quien falleció tiempo después por un nefasto cáncer en los huesos. Ella era una de sus compañeras en el colegio. Juliette cuenta que con Paula pudo compartir muchos momentos especiales fundamentados en apoyo y mutuo cariño. Sin embargo, al comienzo Juliette no se sentía cómoda en contarle a su familia sobre Paula. Esta era una experiencia nueva y desconocida para ella. Pero con el tiempo, Juliette se dio cuenta de que era “tonto tratar de ocultar quién soy, lo que siento y mi forma de ser ante el mundo por lo que piense la sociedad; yo dije ‘si me quieren me van a aceptar como soy’”, y así fue. Hoy en día se siente afortunada de tener una familia tan comprensiva.

 

El mapa

Hija de un cartero y una agente de una compañía de seguros. Rachel nació en un pequeño pueblo en el centro de Illinois, llamado Bloomington-Normal. Con una población aproximada de 129.000 habitantes, ésta pareciera ser una pequeña cuidad sacada de una serie norteamericana. “Todos se conocen con todos. No hay un interés común en ver el mundo o en conocer personas distintas; créeme que allá las personas ni siquiera ven las noticias”. De padres separados y sin hermanos, Rachel creció en una modesta casa de clase media norteamericana. “Me crie de forma equitativa por ambos porque pasaba la mitad del tiempo en la casa de cada uno”.

 

De acuerdo con el estudio realizado en 2011 por How many people are lesbian, gay, bisexual, and transgender?, alrededor de 3.5% de los adultos en los Estados Unidos se identifican como gay, lesbiana o bisexual; lo que implica que aproximadamente existen 9 millones de personas LGBT en dicho país. Por su parte, Chicago cuenta con 114.449 habitantes LGBT, lo que la convierte en la tercera cuidad con mayor cantidad de población de esta comunidad.

 

“Si no estuviera saliendo con alguien en este momento probablemente olvidaría que soy gay” me confiesa Rachel para quien Chicago ha sido el aspecto más positivo en su vida. “Aquí he aprendido a conocerme. Ser gay acá no importa en ningún sentido. Ni siquiera diría que la forma en que la gente actúa acá es ‘colaborativa’ porque no existe un problema para colaborar. A menudo se me olvida que ser gay es ser una minoría”.

 

Este ambiente inclusivo al que Rachel se refiere, viene fundamentado en una historia de tolerancia social que se remonta a los años 20. Según Encyclopedia of Chicago, en 1924 se funda la Sociedad para los Derechos Humanos, organización a favor de los derechos de los homosexuales que se enfocaba en la reforma de leyes y la educación basada en la igualdad de género y orientación sexual. A pesar de la represión durante la Segunda Guerra Mundial, la comunidad logró mantenerse unida en el barrio Towertown hasta que en 70’s, con las revueltas masivas de reivindicación social iniciadas en Nueva York, el movimiento Chicago Gay Liberation logró tomar voz e incidir sobre legislaciones a favor de la igualdad homosexual en la sociedad.

 

El caso bogotano por su parte, demuestra un ambiente en donde la inclusión social es un trabajo de todos los días: “He pertenecido a varios grupos en defensa de los derechos de la mujer”, cuenta Juliette. “Yo creo que en el trabajo social se construye comunidad y si nosotros pretendemos ser incluidos en la sociedad tenemos que trabajar para que cada día nuestros derechos sean respetados y cumplidos.”  En efecto, el trabajo social que realiza Juliette viene impulsado por una necesidad de dar a conocer la situación de los derechos humanos de las mujeres lesbianas en Colombia. De acuerdo con el informe Situación de derechos humanos de la población LGBTI realizado por Colombia Diversa en 2010, las dificultades relacionadas con la inexistencia de sistemas de información estatal que contemplen variables relacionadas con la orientación sexual e identidad de género ha incidido sobre la discriminación de las mujeres lesbianas en el país.

 

Juliette quien nació en Facatativá, Cundinamarca pero ha residido la mayor parte de su vida en la localidad de Fontibón, vive en la actualidad con su abuela materna y su hermana menor, puesto que hace 5 años sus padres se separaron y ambos cambiaron de residencia. Actualmente busca lograr una transformación social por medio del deporte y el movimiento del cuerpo. Juliette examina a detalle: “Qué tipo de subjetividad está generándose otra persona.” Por eso, busca “sensibilizar en el otro para que se respeten las diferencias y para comenzar a romper con los estereotipos que dicen esto es niño y esto es niña; desalinear todas esas cosas que por lo que hay en la entre pierna nos han constituido.”  

 

El GPS

Hoy, estas jóvenes quieren ser profesionales: Rachel estudia Ciencia Política en la Universidad de Loyola y Juliette Deportología en la Universidad Pedagógica Nacional. Aunque salir del closet fue un proceso distinto para cada una, amabas se proyectan a futuro casadas y con una familia. Las dos añoran en sus vidas un ambiente en donde como dice Rachel, “no haya que ver mujeres corriendo por la calles con carteles pidiendo respeto e igualdad” un lugar donde ser lesbiana sea igual de sencillo que ser heterosexual.

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